En toda casa tailandesa hay un sitio reservado para rendir
culto a las almas de los antepasados y a los espíritus del lugar. Dedicadas a
los ancestros y a la tierra las casas de espíritus
se alzan majestuosas sobre altares, ya sean los hogares de los vivos lujosos o
modestos. Se trata de templos en miniatura pintados del color correspondiente al día de nacimiento del dueño, y orientados según ese color. En el interior se alojan figurillas humanas, y desde el altar los guardianes y animales sagrados custodian las pequeñas casas. Las ofrendas consisten en cuencos con agua y alimentos, y en diversos arreglos florales que se obsequian a las fuerzas
benéficas o maléficas de los indómitos espíritus. Como se ve, no sólo en las domus romanas viven los
lares.